Un grupo de gansos que siempre viajaba en grupo, había tomado una eficaz forma de defenderse de sus depredadores: el más pequeño pero también el más vivo de ellos se encargaba de vigilar cuando el resto de sus compañeros dormía. Ante cualquier señal de alerta, graznaba para avisar al resto. De esta forma, sabían que podían estar en peligro y alzaban el vuelo para cambiar de lugar.
Pero unos cazadores, que les habían estado observando un tiempo, dieron con una forma de deshacerse del centinela. Una noche, fueron hasta el lugar en donde descansaba la bandada de gansos. Todos dormían menos el pequeño centinela, siempre alerta.
Los cazadores encendieron unas antorchas, y el ganso centinela graznó bien fuerte al ver las luces. Pero las apagaron con rapidez, y en cuanto se despertó el resto de gansos, no vieron nada, así que no tardaron en dormirse.
Un poco después, los cazadores volvieron a encender las antorchas. El centinela volvió a graznar al verlo, pero al despertarse, los gansos no vieron nada. Los cazadores habían vuelto a apagar las antorchas. Algo disgustados por la segunda falsa alarma de su compañero, volvieron a dormirse.
Por tercera vez, los cazadores repitieron la misma operación. Los gansos, enfadados con el centinela, le picotearon sin piedad. Así que, poco después, cuando los cazadores volvieron a encender las antorchas, el centinela decidió no decir nada, por miedo a que le volvieran a picotear sus compañeros. Los cazadores aprovecharon para acercarse a la bandada y uno a uno, fueron cazando a todos los gansos.
Moraleja: «No pierdas la confianza en alguien solo porque piensas que se equivocó. Ni bajes la guardia ni un minuto».
(Fábula ‘El centinela’- Song Qi )
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